sábado, 19 de noviembre de 2016

Primero pasamos por Francia...

Antes de llegar a la Bella Italia en nuestro viaje en coche, tuvimos que pasar -lógicamente- por la costa sur de Francia.

Desviamos un poco nuestro rumbo al principio para visitar Auch, un pueblito francés al que llaman “la tierra de los mosqueteros”, del que habíamos visto fotos con muy bonitos paisajes por internet en una búsqueda previa. El motivo de su peculiar apodo se debe a que fue en esta ciudad de 22800 habitantes, en donde nació en 1610 el capitán de los famosos mosqueteros: D’Artagnan. Una estatua suya decora uno de los principales atractivos de Auch, la escalera monumental que consta de 370 escalones divididos en niveles, cada uno con peculiares fuentes, y, aunque actualmente está en obras, ofrece unas magníficas vistas a la parte baja de la ciudad.




Debo decir, que no tenía muchas expectativas sobre el sitio, puesto que nunca habÍa odio hablar de él, sin embargo, quedé maravillada con su pintoresca belleza y, sobre todo, sus vistas al río Gers. Hoy en día, se que me encantaría volver a pasear por esas tranquilas e inspiradores calles y es un destino turistico que recomiendo visitar.




Después de esta visita, nos dirigimos a Marsella, donde pasamos la primera noche. Poco puedo comentar de este lugar ya que, aparte de visitar el puerto y de comprar algunos de sus típicos jabones, no tuvimos mucha oportunidad de conocer los alrededores. Eso sí, los dueños de la casa en la que nos quedamos aquella noche, fueron tan amables y hospitalarios que todos estuvimos de acuerdo en que no nos habría importado quedarnos una temporada con ellos.

Cannes fue nuestra siguiente y última parada en Francia. Visité la emblemática “La Croisette”, el bulevar donde todos los años se celebra el festival de cine. Por supuesto, puse especial atención al Palacio de los Festivales y Congresos, donde pude ver las huellas de las manos de artistas de la talla de Cameron Díaz o Sylvester Stallone a lo largo del suelo que le rodea. Al lado, la playa, tan relajante y glamourosa, me dejó embobada durante largos minutos en los que dejé volar mi imaginación a los mejores recuerdos de verano y libertad, que es a lo que me evocaba aquella vista.




Con el final del segundo día de camino, dejamos atrás tierra francesa para por fin adentrarnos en nuestro verdadero destino: la romántica Italia.