La plaza San Marcos fue lo primero que vimos al terminar nuestro largo viaje en el vaporetto (demasiado caro debo decir). Lo primero que me llamó la atención fue la amplitud de la plaza pues por muy lleno de turistas que se encuentre puedes moverte con relativa facilidad en comparación a otros sitios turísticos. La gran cantidad de palomas y su costumbre de andar entre miles de turistas al día, es uno de los atractivos más divertidos de la plaza y, aunque esta vez no pude verlas debido a que la lluvia no les permitía estar al aire libre, la ocasión anterior pude apreciarlas, darles de comer y algunas incluso se me posaron en los hombros y brazos.
Lo mejor que se puede hacer en Venecia, en mi opinión, es simplemente perderse entre las callejuelas e ir curioseando los pequeños comercios. Todas y cada una de ellas tienen algo especial, y ver el agua corriendo entre calle y calle es irrepetible y único.
Las máscaras venecianas tan típicas, decoran la mayoría de las tiendas del lugar. Los precios varían mucho dependiendo del tamaño, el material y el sitio en el que se quiera comprar pero las buenas rondan los 80€. Hablando de precios, el de los paseos en góndola es también impactante ya que ninguno baja de 85€ y puede llegar a ser de 120€. Yo, por cuestiones económicas, claro está, no pude disfrutar de un paseo en este famoso medio de transporte veneciano, pero se ven pasar las góndolas a todas horas y por todas partes, y la verdad es que es un lujo.